Google-Translate-Chinese Google-Translate-Spanish to French Google-Translate-Spanish to German Google-Translate-Spanish to Japanese Google-Translate-Spanish to English Google-Translate-Spanish to Russian Google-Translate-Spanish to Portuguese Google-Translate-Spanish to Italian

viernes, 14 de diciembre de 2012

Neurociencia y aprendizaje de artes marciales

Para que el hecho de aprender se convierta en conocimiento son necesarios una serie de pasos durante dicha etapa, una asimilación del conocimiento, para que esto ocurra es necesario saber de qué trata un concepto (conocer la base lingüística), conocer sus aplicaciones (para que va a servir dicho conocimiento), la mecánica corporal que entra en juego y el espacio-tiempo que se necesita para aplicarlo, analizar sus componentes y saber cómo funcionan por separado y por último ser capaces de sintetizar y asumir dicho conocimiento como propio, asimilar el nuevo movimiento de forma natural, como si se tratase de un movimiento que ha formado parte de nosotros siempre, porque en teoría es así, debemos recordar que el aprendizaje del movimiento busca redescubrir más que descubrir, el movimiento forma parte de nosotros, no es algo ajeno, tan solo la visión de tomarlo como algo “nuevo” es lo que lo define como novedoso (cuando realizas un movimiento estás sacándolo de ti, no es algo externo sino propio).

Nuestro cerebro organiza el aprendizaje y lo aprendido lo archiva en forma de canales alternativos de información (crea nuevas redes neuronales), mucha de esta información es archivada en zonas que son capaces de responder a estímulos externos más rápidamente que otras, otro tipo de conocimientos entran a formar parte de la memoria y una última parte de dicha información se pierde o es suprimida.

Es importante por lo tanto, cuando desarrollamos una parte técnica del movimiento o el concepto técnico en sí, además de no tener dudas sobre la percepción de la idea a nivel de lenguaje (cualquier duda debe ser aclarada, para comprender el concepto a tratar), conocer nuestro cuerpo y sus reacciones, sus limitaciones y el alcance que tiene dentro de un marco espacial donde la situación presente es el punto de partida. Es decir; poseer o adquirir conocimientos de nuestra anatomía, saber hasta dónde puede ser rotado o torcido un miembro, donde llega nuestra elasticidad muscular, cómo reacciona nuestro instinto ante situaciones de sorpresa, la velocidad de acción o de movimiento que poseemos, el tiempo de reacción a un estímulo y las posibilidades que tenemos de movernos hacia una dirección u otra. De la misma forma ser capaces de exteriorizar ese conocimiento y aplicarlo a otras personas previniendo que su mecánica corporal difiera en ciertos puntos de la nuestra; que sea más rápido o menos ágil, más o menos flexible, que su fuerza sea mayor o que su peso pueda interferir en la técnica que vayamos a aplicar, entre otros puntos.

Este conocimiento parte de la práctica y de la experiencia, a mayor práctica con diferentes tipos de personas más fácil nos resultara ser capaces de “ver” la acción correcta o de intuir la acción antes de que suceda (mas nuevos canales neuronales crearemos). La técnica debe siempre estar bajo el prisma de lo inesperado, y la mecánica corporal propia debe ser capaz de amoldarse a la situación sin que interfiera en ella el “pensamiento” técnico que predispone a crear una técnica en función de un ataque, el combate es una entidad que funciona con vida propia y no está sometido a ningún tipo de código o de normativa. Podemos esperar un puño y recibir una patada, si no esperamos nada y dejamos que nuestra mecánica corporal fluya dentro del combate, ésta se amoldará a la situación de forma natural (instintiva) y nuestras posibilidades aumentarán.

Durante el entrenamiento técnico en clase ésta mecánica de trabajo debe ser siempre una prioridad, trasmitiendo al alumno el trabajo en pareja de forma que aprenda a amoldarse con ataques no preparados del compañero, enfocando el aprendizaje intuitivo y la creatividad en el alumnado. No enfatizar la técnica en sí misma como prioridad del aprendizaje, sino la capacidad de amoldar y crear “in situ” una respuesta intuitiva o no pensada ante un estímulo diferente al esperado, aunque empecemos con un ejercicio a priori “esperado” ser capaces de responder al cambio, no enfocándonos en “esta técnica está bien o mal” sino en que la respuesta sea realmente “nuestra e intuitiva”, utilizar el aprendizaje en clase para aprender más de nosotros mismos y nuestras reacciones naturales.

Cuando aprendemos movimientos “nuevos”, diferentes zonas del cerebro intervienen en dicho proceso de aprendizaje creando nuevos canales nerviosos en la corteza cerebral gracias al sistema piramidal, durante este proceso otros sistemas de apoyo van uniéndose a este proceso asimilando instrucciones, tales como el oído interno, el tacto o la vista, consiguiendo que la técnica en sí sea asimilada y conducida por el sistema extrapiramidal depurando los movimientos y consiguiendo que la “nueva” información retroceda hasta la corteza cerebral convirtiéndose en movimientos naturales que no deben ser procesados por la mente consciente, sino que salen de forma natural como respuesta a ciertos estímulos externos (podríamos decir que se convierten en movimientos instintivos).


Investigaciones en neurología han demostrado que una parte del mesencéfalo conocida con el sistema reticular desempeña un papel importante en el proceso de aprendizaje del movimiento ya que desempeña un papel de filtro entre la información sensorial que llega a la corteza cerebral, encargándose de transmitir la información a nuestro cuerpo de cómo debe reaccionar a dichos estímulos. La amígdala, que es fundamental para la percepción de las emociones, tiene circuitos que no pasan por la corteza cerebral (sede de lo consciente). Por eso podemos responder con mucha rapidez tanto a los estímulos positivos como a los estímulos negativos sin necesidad de percibirlos conscientemente.
Durante el proceso de aprendizaje y práctica estaríamos hablando de dos formas diferentes de aprendizaje; el consciente o de memoria, al que llamaremos de alto nivel (neocortex) y el inconsciente o intuitivo que denominaremos de bajo nivel (amígdala, memoria emocional).

 Las acciones de alto nivel (más utilizadas en combate cerrado*) requieren de una planificación previa o estrategia marcada a priori, es decir; me lanzan un puño por lo que debo elegir qué tipo de parada, bloqueo o desvío debo realizar y enviar dicha orden de forma consciente, tras eso debo elegir entre diferentes opciones de contraataque o defensa y volver a enviar dicha información a mi cuerpo para que reaccione como he elaborado.
El trabajo normal técnico es así, aprendemos a responder a un estímulo con un modelo de repetición y de elaboración de estrategias, por lo que es necesario una mente activa durante todo el proceso que se encargue de realizar las órdenes oportunas y que gestione la información de forma consciente. Este modelo de aprendizaje induce a pensar que realmente disponemos de un tiempo para realizar una planificación estratégica y ejercer la acción en un modelo de “ataque-elaboración de estrategia-defensa”, algo que no siempre es así, aunque la práctica continuada puede hacernos bajar considerablemente el tiempo de acción-estrategia-reacción.

Las acciones de bajo nivel (más utilizadas en combate abierto**) requieren que empecemos a desarrollar otro tipo de memoria que no esté tan vinculada a la mente consciente o pasiva, requieren por lo tanto un trabajo mucho más intuitivo y que desarrollemos un aprendizaje más alejado del pensamiento consciente, de forma que podamos saltar el segundo paso y ejercer un modelo de “ataque- defensa”, sin estrategia previa o condicionamiento consciente a una respuesta rápida. Una forma de enfocar dicho aprendizaje no sería otra que la de buscar aprender intentando alejar la mente consciente del proceso y aumentando la inteligencia corporal o memoria sensitiva, es decir realizar técnicas o ejercicios destinados a un aprendizaje intuitivo o sensorial (aprovechando los canales neuronales ya existentes en nuestra corteza cerebral destinados a este fin o bien crear esa respuesta en otras zonas del cerebro destinadas a respuestas más intuitivas, esto se traduce en una metodología que no necesite de “comprensión” sino de reacción innata).
Es el conocimiento y el trabajo de estos dos tipos de modelos de aprendizaje sin menospreciar uno u otro y sabiendo cómo trabaja cada modelo el que nos beneficiara en nuestra práctica marcial, abarcando un amplio espectro de técnicas, ejercicios y conocimiento (conceptual o teórico), ya sea desde el punto de visto de alumno (aprender a aprender) como del de profesor (aprendiendo a enseñar).

*Combate cerrado.- es como denominamos las acciones vinculadas a la defensa personal, donde el pensamiento consciente tiene un papel más preciso y existe un rol de atacante y víctima.
**Combate abierto.- es como denominamos las acciones vinculadas al combate deportivo, o a la pelea real donde dos (o más) individuos son conscientes de una confrontación física inminente entre ellos y ambos desempeñan un mismo rol.
***Información sobre los procesos neurológicos extraída de “The complete martial arts”” de Paul Crompton, y de Eric Kandel, Nobel de Medicina.