Cuando
hablamos de una actividad relacionada con la defensa personal, las artes
marciales o el combate, inevitablemente estamos hablando de un trabajo relacionado
con dos factores muy importantes y relacionados entre sí; la agresividad y la
violencia.
Debemos por lo tanto, antes de profundizar en ciertos puntos, definir
correctamente estos dos términos en el contexto que nos ocupa.
Agresividad; Es una respuesta adaptativa y necesaria para afrontar de
forma positiva situaciones de riesgo. Es decir, la agresividad es la capacidad
que tenemos a nivel evolutivo para enfrentarnos a determinados peligros, es una
respuesta psicológica a determinados estímulos que provocan en nosotros una
reacción a un peligro, aunque además también puede ser una actitud que nos
sirva como herramienta para generar mediante un carácter fuerte e impositivo la consecución de una
meta determinada. Dentro de un contexto vulgar, una reacción “agresiva” puede
ser inducida por factores como la indignación, la frustración, el sentimiento
de amenaza o la consecución de un fin mediante la intimidación o la imposición forzosa.
Ejemplo
contextual 1; estamos esperando en la
cola del cajero automático, y tras media hora de espera vemos que el señor que esta varios
puestos delante de nosotros lleva mucho tiempo en el cajero, lo que
crea en nosotros un estado de alteración nerviosa ocasionado por la espera
desmesurada, a medida que dicho señor sigue alargando nuestra espera entramos en un estado de
indignación que precede a un estado de agresividad y hacemos ver nuestro estado
con comentarios despectivos o con una mirada intimidadora, aquí nuestra agresividad se muestra en estado pasivo.
Ejemplo contextual 2; Tras oír en
las noticias que han asesinado vilmente a dos niños sentimos una frustración
enorme que precede a una respuesta de índole agresiva con comentarios violentos
hacia el asesino, la frustración o el estado de impotencia ante una injusticia nos produce una respuesta de ira, que aunque se muestra de forma pasiva, en determinados contextos podría generar incluso en un linchamiento colectivo.
Ejemplo contextual 3; Conduciendo, el coche que va delante hace una maniobra que nos obliga a cambiar de dirección bruscamente, provocando en nosotros una agresividad que manifestamos insultando por la ventanilla, esta agresividad viene provocada por el sentimiento que hemos experimentado de peligro hacia nuestra integridad por culpa de un tercero, es una respuesta de agresividad activa provocada directamente por una amenaza a nuestra integridad.
Ejemplo contextual 4; El acoso
escolar (mediante la burla, la intimidación o la amenaza) es una muestra de la utilización
de la agresividad de algunos para lograr un sentimiento de superioridad frente
a otros o un puesto de poder en un grupo determinado. Este caso en concreto requeriría de un estudio completo de diversas causas interrelacionadas entre sí.
Ninguno
de estos ejemplos tiene una relación directa (aunque si indirecta) con la
defensa personal pero nos hace ver como la agresividad no es solo un factor
determinado hacia cuestiones de contacto físico, sino que es parte del día a
día y con lo que vivimos sin percatarnos a veces de ello.
Los últimos estudios en
neurociencia nos muestran que la agresividad a nivel biológico está determinada
por niveles bajos de serotonina y el aumento de adrenalina y/o noradrenalina (hormonas neurotransmisoras),
así como un aumento considerable del estrés, vemos de esta forma que la
agresividad es una respuesta psicofísica determinada sobre todo por el aspecto
mental y el control de las emociones. De
ahí que cierta cantidad de personas “agresivas por naturaleza” estén condicionadas
por algún tipo de patología o problema de índole mental.
Pero… ¿es la agresividad algo
malo?
La agresividad es una respuesta,
aunque también puede ser un medio, como en muchos otros casos podríamos decir
que el fin es el que justifica el medio, o no. La agresividad, como la
violencia, no son ni buenas ni malas, ya que los contextos de ambas son
demasiado amplios para catalogarlas, si podemos decir que, como ocurre con la
violencia, llegados a un punto, son inevitables.
Debemos darnos cuenta que dicha
respuesta forma parte del instinto de supervivencia, sin agresividad no hay
enfrentamiento y sin enfrentamiento solo queda la pasividad ante el depredador.
De la misma forma el “depredador”
posee una fuerte agresividad natural que lo lleva al acto violento para
conseguir lo que desea y por lógica la agresividad solo puede ser enfrentada
con agresividad o huir de ella.
En los diferentes métodos de
defensa personal siempre se actúa de forma agresiva y violenta, aunque disfracemos
las diferentes técnicas bajo ciertos aspectos místicos, el fin es la anulación
del agresor o de la agresión, ya sea con golpes (violencia), estrangulaciones y
palancas de control (infligimos dolor al adversario para que desista de la
agresión-violencia), proyecciones (lanzamos al agresor para que se haga daño
contra el suelo – violencia). La violencia siempre tiene un componente de dolor
físico o psíquico, tanto en la agresión propiamente dicha como en la defensa realizada.
En nuestra sociedad la
agresividad es algo cotidiano, incluso se inculca como valor relacionado con la
competitividad, lo vemos en la actitudes de ciertos profesionales (un vendedor
agresivo tiene más poder de convicción en el consumidor medio), un equipo de
fútbol con una estrategia de juego agresiva sabe hacer presión en el equipo
contrario para marcar goles, etc.
Llegados a este punto es importante
dejar claro que aunque agresividad y violencia suelen ir unidos, no son lo
mismo, ya que la agresividad no siempre desemboca en violencia, estando más vinculada
a la actitud (actitud agresiva o carácter agresivo) que a la parte más física o violenta.
Violencia; es la actitud que busca como fin
la destrucción, aniquilación o dominación de una persona mediante la fuerza
física, mediante objetos contundentes o armas o mediante el acoso, la amenaza y
la intimidación verbal y psíquica. Este término
está más vinculado con la acción directa, mientras que la agresividad la
podríamos definir como la antesala a dicha acción, una persona agresiva no
siempre resulta ser una persona violenta.
Ambas
pueden ser directas; parten de nuestra propia naturaleza, educación o contexto social o familiar e indirectas; son una respuesta aprendida como defensa, pero no forman parte de nuestro carácter real.
Ademas la violencia en sí puede mostrarse de dos formas muy definidas:
Ademas la violencia en sí puede mostrarse de dos formas muy definidas:
Violencia activa; agresión conducida por una
emoción, cuando se busca golpear a alguien para provocarle daño físico o se
insulta buscando un daño emocional considerable, en este caso hay cierta desconexión
con el neocortex cerebral y nos dejamos llevar por la ira, no pensamos en
la repercusión de nuestros actos.
Violencia pasiva; agresión inducida por el mero disfrute personal (psicopatía= incapacidad de empatía) o por una cuestión
de autoestima (casos como la reafirmación del ego en ciertos tipos de acosos;
escolar, laboral, o de maltrato de género), se es totalmente consciente de la
repercusión del acto. En la defensa personal se emplea una violencia pasiva, ya
que somos conscientes de la agresión y actuamos en consecuencia sabiendo la repercusión
de dicho acto.
Agresividad
y violencia en las artes marciales.
Cualquier persona que practique una actividad
relacionada de forma directa con la violencia física (defensa personal, artes
marciales, deportes de contacto, etc), sabe, o al menos debería de saber que, lejos del aspecto
romántico o místico de la práctica en sí, el aspecto real y último es
indudablemente “feo” y “sangriento”, y que el
aspecto mental debe mantenerse acorde con esa realidad última, la
violencia es por definición un acto destructivo y desagradable en nuestro
contexto sociocultural y para el que realmente no estamos preparados. Una mente o una conciencia no preparada para
esta realidad está destinada al fracaso si alguna vez debe poner en práctica lo
aprendido en clase, de ahí que sea tan importante que el alumno de cualquier
actividad sea consciente de las grandísimas diferencias entre el entrenamiento
en clase (controlado) y la vida real
(incontrolada). Y que, en la medida de
lo posible, sepa encausar el entrenamiento a potenciar no solo el aspecto
físico o técnico sino las múltiples respuestas psíquicas y/o hormonales que se
dan en una confrontación real.
En algunas escuelas/estilos se denomina
Instic Killer (instinto asesino, no suena tan bien en español como en inglés) a
la facultad que debe tener el luchador para romper ciertas barreras psíquicas tanto
en el entrenamiento como en el enfrentamiento real, y que determinará su
eficacia real en combate. Podemos ver que en una gran mayoría de casos es más
determinante dicho “instintc Killer” que el estilo o arte en sí mismo, viendo
que por encima de escuelas y estilos, o tipos de práctica más o menos enfocadas
al contacto, es en el individuo donde reside en última instancia realmente la
eficacia.
La respuesta de la realidad se nos muestra
traumática, ya que mientras en clase no nos preparamos para dicha realidad tan
solo a nivel teórico, en la vida real
vemos la realidad en todo su apogeo que se nos es trasmitida en diversas
emociones, gritos, sangre, dolor, etc. Algo para lo que realmente no estamos
preparados; el enfrentamiento a nivel psíquico con la realidad.
Este artículo tan solo pretende daros un
pretexto para profundizar en los aspectos más psicológicos de la defensa
personal y las artes marciales, siendo solo un punto de vista que creo acertado
al menos en su mayor parte y que os puede ayudar nivel personal en vuestro
propio camino. No pretende ser una verdad absoluta, sino tan solo una visión de
una realidad a la que se le presta muy poca atención en la mayoría de escuelas
o estilos.
Y que sobre todo intenta haceros ver que hay
ciertos momentos en la vida, cuando la violencia es inevitable, en los que no
importará que halláis entrenado en un estilo o en otro, ni con un maestro ni con
otro, ni vuestro cinturón de colores ni la federación a la que pertenezcáis, lo
único que importará será vuestra preparación y sobre todo vuestra actitud y
fuerza interior, porque en ese momento estaréis completamente solos ante una realidad
tremendamente aplastante.