Lo primero que uno se pregunta ante el título de
este post es ¿es posible realizar una actividad marcial con alguna
discapacidad? No solo sí se puede, sino que resultaría realmente beneficioso
que las personas con alguna discapacidad realizaran algún tipo de actividad de
esta índole que les sirviese para mejorar o superarse física y mentalmente,
siempre que las clases a las que acudan sigan algunos criterio básicos para que
les fuesen provechosas.
En líneas generales cada discapacidad (como cada
persona) es diferente y necesita por lo tanto lo que denominamos una adaptación
curricular (es decir adaptar según la necesidad personal del individuo el
currículo o programa).
Por lo que antes tenemos que hablar de dicho
currículo que consiste en el conjunto de objetivos, contenidos, criterios metodológicos y
técnicas de evaluación que orientan la actividad del sistema u arte marcial
que se vaya a practicar.
Es decir, el programa de enseñanza en si mismo debe
cumplir con ciertas pautas de adaptabilidad y de posibles modificaciones, para cumplir con el objetivo principal de
cualquier método de enseñanza; la formación del alumno en su conjunto. Cuando hablamos de este caso el sistema u
arte no puede ser cerrado ni seguir un método clásico o tradicional de
enseñanza grupal, debe ser por lo tanto un sistema abierto capaz de modificarse
a sí mismo continuamente, no se trata de “reciclar” la programación, sino de
cambiarla completamente si esto fuese necesario según las necesidades no solo
del alumno sino del medio que le rodea (cada programa tiene que tener en cuenta
la discapacidad en concreto del alumno).
Si es inviable el caso de dar
clases de forma particular y no se dispone de un profesorado (o alumno
aventajado) que realice las labores de apoyo entonces la clase debe ser
impartida partiendo de la estrategia de agrupamiento; agrupar personas con la
misma discapacidad en pequeños grupos (mientras menos personas mejor) donde el
profesor pueda realizar una labor mucho más específica atendiendo personalmente
a cada individuo. Debemos recordar que si una clase normal dura una hora, el
atender individualmente hará del tiempo de clase un hándicap a tener en cuenta,
por lo que el tiempo de duración de las clases deberá tener en cuenta este
punto.
Si tenemos 20 alumnos y 7 de
ellos necesitan una atención personalizada, este grupo inevitablemente
ralentizará las clases normales, pudiendo pasar la clase sin que los 13
restantes hayan aprendido nada nuevo o la calidad de lo aprendido sea
insuficiente para su desarrollo, de la misma forma si esos 7 no tienen una
atención personalizada la clase les habrá resultado inútil. La integración solo
es factible cuando hablamos de uno o dos individuos por clase y siempre
dependiendo del tipo de discapacidad, recordemos que en nuestro caso estamos
hablando de clases de defensa personal o artes marciales, siendo el tiempo de
clase bastante limitado en casi todos los casos.
Ahora bien, resulta evidente que
el tipo de discapacidad es fundamental en la elaboración de un programa o
currículo; ya que no supone la misma metodología de enseñanza la que podamos
impartir en un grupo de personas con alguna discapacidad física, mental o
sensorial. Por lo que se hace necesario una adaptación curricular por grupos y
no resultará beneficioso para ninguna de las partes (profesorado y alumnado) el
realizar una clase grupal con diferentes criterios de enseñanza; es decir no
podemos crear grupos donde se mezclen diversas discapacidades ya que cada una
debe ser tratada (con su pertinente adaptación) de forma diferente, el hacerlo
así nos crearía un conflicto con el tiempo del que se dispondría para dar una
clase y que el alumnado pudiese absorber correctamente la enseñanza tanto
técnica como conceptual.
La forma de trabajo de una
discapacidad motora, sensorial o mental difieren tanto que no se podría
realizar una clase correctamente con todos los supuestos, es más, cada tipo de adaptación debe de tener en cuenta multitud de
factores.
Aquí se podría dar en algún caso
un conflicto económico dado que resulta más rentable las clases grupales y la
enseñanza generalizada que los pequeños grupos, de nuevo depende del
profesorado o del centro y sobre todo del alumno, el que la enseñanza sea, ya
no solo de calidad, sino consistente a la hora de absorberla.
Un buen profesor debe ser capaz
de una buena enseñanza, no solo de transmitir lo que ha aprendido sino de
evaluar sus propios conocimientos y llegado el caso de seguir una formación más
allá del camino marcial y al menos poseer una pequeña base en diferentes campos
relacionados con una labor docente.
En ningún caso estamos hablando
de que fuese imprescindible que un profesor de artes marciales tuviera una
formación docente reglada, tan solo intentamos mostrar los beneficios de este
hecho, así mismo, para este campo en concreto (el marcial) existen multitud de
caminos y vías para formarnos fuera del aspecto marcial y entrando en el
docente; desde cursos a la autoformación o al asesoramiento de profesionales en
este campo.
Es por este motivo el especial
hincapié que intentamos darle al aspecto más intelectual de cualquier sistema;
desde el psicológico hasta el meramente cultural. Porque tanto el alumno como el profesor de
artes marciales no solo deberían de crecer como luchadores sino sobre todo,
como personas.
Así logramos establecer unos
criterios mínimos para la enseñanza de este tipo de actividades en personas con
discapacidades (siendo la formación de grupos para clases un factor dominante),
siendo el alumno siempre el que debe evaluar si las clases que va a recibir
tienen o no la calidad que busca y si en último caso, la permanencia en ellas
le va a beneficiar o a ayudar a mejorar tanto en el campo físico como personal.
En otros
artículos iremos ampliando esta sección y hablaremos sobre diversas metodologías
de enseñanza funcionales para grupos según discapacidad; ejercicios, técnicas,
elaboraciones de programas y apoyos enfocados en dichas discapacidades.
No hay comentarios :
Publicar un comentario