Este artículo trata de explicar que sucede
realmente en nuestro cuerpo cuando nos enfrentamos a una situación de peligro
inminente, como responden nuestros sentidos y nuestra psique a situaciones
violentas y como se produce el cambio del “yo”, centralizado en el neocórtex,
al nivel más bajo de nuestro cerebro, relacionado con la supervivencia
evolutiva.
Espero que este artículo pueda ayudarnos a
comprender mejor como funciona nuestro cuerpo, herramienta indispensable en la
práctica marcial, ya que el mejor conocimiento sobre una herramienta nos lleva
a poder sacarle el máximo partido.
La respuesta física.
Ante una situación de agresión o cuando se
detecta el estímulo externo que representa una amenaza inminente (oído y vista
esencialmente) la región hipotalámica, que es la parte del cerebro que coordina
la conducta y regula la liberación de hormonas de la hipófisis
(pituitaria), manda una alerta a diferentes
glándulas, las cuales mandan al torrente sanguíneo una serie de hormonas del estrés
(reacción fisiológica ante situaciones de peligro o amenaza), como la
adrenalina y el cortisol.
Estas hormonas elevan sustancialmente el
ritmo respiratorio y cardíaco (lo que provoca ese sentimiento de palpitación en
el corazón, ya que sube sustancialmente el ritmo cardíaco), los vasos
sanguíneos sufren una constricción en áreas no vitales (como el caso del
estómago, lo que evita que se produzca
vómitos y nos da esa sensación de hormigueo o “mariposas” en el
estómago) mientras que en áreas más importantes sufren una dilatación,
aumentando la llegada de sangre y nutrientes a zonas que tienen una importancia
evolutiva en la supervivencia como los músculos de las piernas (preparándolos para
la huida).
El sentido del oído disminuye mientras que
las pupilas se dilatan y la visión se centraliza en el peligro, ese énfasis
sensorial hace que a veces tengamos la sensación de ver ciertas situaciones
(como accidentes) a cámara lenta.
Como vemos esta reacción produce un cambio
psicofísico completo, de ahí que nuestra respuesta en estas situaciones en
principio sean torpes o diferentes a como pensábamos que actuaríamos, esto se
debe a que durante este período el cambio en nuestro cuerpo es tan drástico que
literalmente es como si estuviésemos en
otro cuerpo que no somos capaces de controlar.
El control.
Desgraciadamente solo la experiencia en este “nuevo
cuerpo” puede darnos la capacidad de controlarlo (entre otros factores, el “estar
acostumbrado a estas situaciones” es en lo que radica lo que se denomina
eficacia en combate, por ello una persona acostumbrada a pelear aunque carezca
de técnica puede vencer a personas con más técnica y sin experiencia en este
tipo de situaciones), de ahí que el
trabajo meramente técnico no sea fiable al 100%, por ello es tan aconsejable el trabajo instintivo o de bajo nivel
(como ya citábamos en el artículo de neurociencia y artes marciales) junto a
ejercicios de coordinación motora y de improvisación, así como, en la medida de
las posibilidades que nos ofrezca nuestro entrenamiento, llevar éste a
situaciones que se asemejen lo más posible a estas situaciones de estrés.
Recordemos que este factor, el estrés, es el
principal detonante de nuestra respuesta no racional ya sea ésta la de salir
corriendo (pánico), defendernos o atacar, tan solo con un entrenamiento
constante podemos aumentar nuestras posibilidades y aprender utilizar
(controlar y racionalizar) este cambio “de cuerpo” en nuestro beneficio.
Este artículo trata de dar un nuevo punto de
vista sobre la práctica marcial,
centrándonos exclusivamente en el cambio físico-hormonal, como todas las opiniones puede ser útil o
desechable, depende del lector esa evaluación, espero os sirva en vuestra
práctica, sea cual sea, un saludo.
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