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miércoles, 15 de agosto de 2012

El Síndrome del Discípulo.


Concierne a la admiración, la abnegación fanática y la creencia ciega suscitada por un Maestro o una Doctrina.
Este síndrome priva al discípulo de todo discernimiento y abolece todas las capacidades de razonamiento objetivo del que hubiera podido estar dotado.
Todas las emociones están centradas en el Maestro (y su Doctrina) que toma a los ojos de su discípulo el tamaño de un Dios.
El Maestro no puede fallar, no puede mentir, no puede mitificar. En Arte Marcial se torna superman, puede afrontar a diez agresores sanguinarios, es capaz de poderes supranormales, etc.
Al leer estas líneas se piensa inmediatamente en los excesos de los “integristas” o “fundamentalistas” de ciertas religiones monoteístas, en los cismas, en las guerras de religiones, en la inquisición, etc. Se piensa también en los partidos políticos extremistas y en las Sectas.
Se piensa en ello, se lamenta uno, se ironiza, se critica… pero jamás nadie estima haber caído en esta trampa, siempre son los demás los que están equivocados y los que a veces (paranoia) nos atacan.
¿Por qué esta ceguera?
Porque existen métodos de condicionamiento y “lavados de cerebro” perfectamente a punto desde hace siglos para fanatizar a los discípulos.
En Karate y Kung Fu, la multitud de estilos ha hecho que algunos de ellos se hallan convertido en verdaderas sectas. Aislados los unos de los otros, estos Estilos-Sectas tienen sus propios campeonatos y se niegan prudentemente a enfrentarse con los otros estilos en competición. Lo que puede ser válido, pero es más a menudo una señal de mistificación.
Sus discípulos presentan frecuentemente el síndrome del discípulo fanático que ha perdido todas las capacidades de razonamiento objetivo.
En Aiki, sea Aikido o Aikijutsu se encuentran los mismos síndromes.
Estos síndromes se agravan al fallecer el Maestro fundador. Los sucesores designados por el Maestro fallecido no son nunca aceptados por los discípulos “avanzados” (o mayores) pretendiendo estar en posesión de la Verdad.
La trampa del síndrome de admiración desmesurada es una trampa poderosa y temible. Tanto para el discípulo como para el Maestro, sobre todo si este último no es perfecto.
Un verdadero Maestro está muy atento a este síndrome, pues acepta volverse el “Padre espiritual” del Discípulo y será inevitablemente, un día u otro, confrontado al complejo de Edipo (en donde el hijo tiene que “matar” al padre para volverse adulto) y bajado del pedestal donde el discípulo le había puesto.
El síndrome de admiración desmesurada es el origen de una gran número de desastres que la raza humana se inflige.
El ser humano más peligroso no es el ladrón, el violador o el asesino “ordinario”. El ser humano más peligroso es el fanático maravillado que, en nombre de una ideología exterminará (o explotará) una población entera y estará perfectamente convencido de los bien fundado de sus acciones. La capacidad de destrucción de estos fanáticos es ilimitada. Están totalmente cegados por sus convicciones. Se han vuelto incapaces de pensamiento objetivo y han abolido en ellos todo huella de consciencia.
Son los hombre “normales”, socialmente condicionados, los que son “anormales” en el plano de su naturaleza animal. La prueba es que si la excusa es socialmente válida (guerra por ejemplo) se comportan como los asociales, pillan, matan… y son condecorados, se vuelven héroes respetados, mientras que serían encarcelados en tiempo “normal”. Hay un lobo en cada uno de nosotros. La cuestión es saber si tendremos la fuerza de cohabitar con él o si nos dejaremos llevar a convertirnos de nuevo en un animal sin consciencia y con una visión solamente a corto plazo.
Todos los fanáticos caídos en la segunda trampa de la ilusión tienen dos puntos débiles, Son crédulos e influenciables.
Sea cual sea la Disciplina marcial que practiquéis, sea cual sea el estilo, apasionaros honestamente por esta Disciplina y por su Estilo, pero si queréis realmente progresar, tratad de conservar el máxime de capacidad de razonamiento objetivo posible.

 (Henry Plee, las trampas de la ilusión)
BUDO INTERNATIONAL N° 14 - 11/95 

Estas palabras del gran artista marcial y filósofo Henry Plee (En abril de 1999, en el 14 º Festival Artes Marciales de Bercy, Henry Plee fue elegido "El profesor del siglo"), siguen vigentes hoy día y podemos ver esta filosofía de adoctrinamiento en cualquier estilo o arte, donde el alumno deja de ser o querer ser  "el mismo" para convertirse en una réplica o clon de su maestro o ídolo (¿cuánta gente acude a los gimnasios buscando convertirse en el nuevo Bruce Lee o en el nuevo Jean Claude Van Damme?). 
Podemos observar la existencia de este problema en cualquier arte tradicional, pero aun mas palpable es quizás en ciertas nuevas metodologías o sistemas modernos, donde la forma de promoción existente pasa por intentar dejar bien claro que "ellos" son los mejores o más eficaces, ya sea "machacando" al nuevo alumno (para hacer ver lo bueno que es el sistema) o desprestigiando activamente otros sistemas erigiéndose como única verdad.   Aunque el problema sistemático esta en los profesores, es cierto que la proliferación de nuevas artes o sistemas esta creando una nueva "filosofía" basada mas en la captación a todo coste que en el bien o realización personal del alumnado, el cual, si no lo ha sido siempre, es más visto como un cliente y un beneficio mensual que como una persona que acude a otra para aprender a superarse. 
Si bien es cierto que el profesor debe poseer una base ética lo suficientemente madura como para buscar que el alumno se desarrolle como individuo, también es cierto que no toda la culpa recae en él. Es el alumno en última instancia quien debe aprender a elegir, si ser quien es o tan solo la sombra de otro, cargando con ello con la responsabilidad de seguir siendo un eslabón en una cadena donde lo importante tan solo son los beneficios económicos.  Es en el alumno donde el problema de la ignorancia recae con más fuerza,  es por ello por lo que tiene tanta importancia el hecho de la formación personal fuera de las clases, donde el alumno pueda ver otros puntos de vista, compartir sus experiencias y contrastarlas con las de otros, ver el bosque que se oculta tras ese pequeño árbol donde ha buscado cobijo, y sobre todo no dejar nunca de cuestionar lo aprendido y de buscar su único, exclusivo y particular camino. 



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