Es normal cuando algún alumno viene a
probar nuestro programa verlo algo perdido los primeros minutos, cuando empieza
a ver que lo que hacemos “va de otra cosa” a lo que en principio
imaginaba, a los pocos minutos comprende
que los entrenamientos se alejan bastante de lo que uno tiene entendido como
artes marciales; no hay depuración técnica nada más empezar, ni posturas
típicas, tampoco se nos coloca en fila a realizar los movimientos básicos una y
otra vez, tampoco hay nomenclaturas
ni palabras de otros idiomas, ni se hace
hincapié en la faceta combativa… lo
único que me repiten es que procure ser yo mismo, que no piense si está bien o
mal el ejercicio solo que me divierta realizándolo y que procure sobre todo
“escuchar a mi cuerpo”.
Pero…¿qué es eso de escuchar al cuerpo?
Si estudiamos en profundidad las artes
marciales o los diversos sistemas que existen con relación a ellas descubrimos
que hay multitud de formas de moverse, de diferentes guardias, incluso de
posturas corporales a la hora de realizar determinados movimientos. Si vamos
más allá e investigamos la creación de todos estos sistemas vemos que nacen de
una persona que en un momento dado y tras sus propias experiencias crea un
estilo, arte o sistema, basando su conocimiento en aquello que le ha venido
bien, tras pasar por una larga investigación han adaptado lo que conocían a su
propio cuerpo y lo han extrapolado al resto de la humanidad, creando con ello
una escuela de aprendizaje.
Escuchar al cuerpo es convertir al alumno durante
su aprendizaje en un maestro libre de prejuicios y capaz de investigar, adaptar
y aprovechar no solo lo que pueda aprender siguiendo el programa, sino todo
aquello que pueda ser aprendido, ya sea con otros estilos o sistemas, con otras
personas, de forma autodidacta o de cualquier faceta de su vida que no tenga
nada que ver con la practica marcial. Se enseña a valorar el conocimiento como
herramienta indiscutible de la realización personal. Si aprendemos a oír el mundo posiblemente
aprenderemos más que si solo nos centramos en hablarle a una pared.
El alumno aprende a escuchar su cuerpo
partiendo de ideas sencillas y claras, a evaluar cómo responde instintivamente
y como poder depurar ese instinto, a trabajar utilizando como base su cuerpo y
las respuestas que da éste a situaciones cotidianas, luego, cuando empieza a
tener claro esto, comenzará a ver las técnicas y sabrá evaluar cuales les son
válidas y cuáles no, y con ello aprenderá a adaptar y a aprovechar otros
conocimientos ajenos a él.
En nuestras clases procuramos que el alumno
comprenda que nuestro programa no trata de enseñar técnicas, sino de enseñar a
aprender. A descubrir su potencial
partiendo de sí mismo, de sus particularidades y de sus propios puntos fuertes
o debilidades, a descubrir cuáles son sus
propias respuestas, que pese a formar parte de él desde que nació nunca se ha
parado a escucharlas, a desprenderse de falsas premisas y ver las cosas desde
su propio punto de vista, que posiblemente sea muy diferente al de sus otros
compañeros. Que valore el conocimiento
siempre sin prejuicios pero que nunca haga de él un dogma. En definitiva,
procuramos que el alumno que llega y que entrena con nosotros se autorealice
como persona, no solo como luchador o
artista marcial, y descubra poco a poco que el único maestro que hay realmente en
nuestro programa es él mismo.